LA VIE EN ROSE
Era una soleada tarde de otoño, una brisa aterciopelada apenas lograba barrer las hojas secas dispersas por las estrechas veredas. Un anciano se deleitaba recorriendo San Telmo, zona de venta de antigüedades por excelencia. Amaba perderse en los ceñidos pasillos de las tiendas abarrotadas de reliquias, testigos mudos de infinidad de historias: algunas, románticas; otras, trágicas; otras, misteriosas. Después de explorar en varios negocios, decidió entrar a un bar. Le apetecía un café bien cargado con mucha azúcar. Cruzó la calle distraído en los planes que tenía para esa semana. Al alcanzar la vereda, se topó con una vidriera que le llamó la atención. Sobre un espectacular piano blanco cubierto por un mantón de Manila de seda naranja descansaban una decena de estatuillas de bailarinas en bronce. Una de ellas lo cautivó, le recordó a su único amor...un amor latente en las brumas del pasado. La compró sin regatear. Con su singular adquisición entró al bar y buscó una mesa