HONORÉ DE BALZAC, UN ADICTO EMPEDERNIDO
Adicto a un espeso café turco, llegaba a beber cincuenta tazas al día. Procuraba llevar siempre algunos granos molidos con él para poder preparárselo si no daba con un lugar en el que pudiera surtirse. Según sus propias palabras, el café era una gran influencia en su vida. Por supuesto la cafeína le mantenía despierto y activo, pero también le daba retortijones y le subía la tensión arterial. Su pantagruélico apetito Una vez el novelista invitó a comer a su editor Werdet al Véry. Werdet era muy sobrio en el comer y en el beber. Casi no comía por estar condenado a seguir una severa dieta, propia de los hepáticos. Pues bien, ese día Balzac devoró un centenar de ostras, doce costillitas de cerdo, un pato Caneton a los nabos, un par de perdices asadas, un lenguado a la Normandía y varios entremeces y peras, café y licores. Al final de la comida Balzac le preguntó a Werdet si tenía algo de dinero. Este sacó de su bolsillo una moneda de cinco francos que Balzac dejó como propina. Luego