HONORÉ DE BALZAC, UN ADICTO EMPEDERNIDO
Adicto a un espeso café turco, llegaba a beber cincuenta tazas al día. Procuraba llevar siempre algunos granos molidos con él para poder preparárselo si no daba con un lugar en el que pudiera surtirse. Según sus propias palabras, el café era una gran influencia en su vida. Por supuesto la cafeína le mantenía despierto y activo, pero también le daba retortijones y le subía la tensión arterial.
Su pantagruélico apetito
Una vez el novelista invitó a comer a su editor Werdet al Véry. Werdet era muy sobrio en el comer y en el beber. Casi no comía por estar condenado a seguir una severa dieta, propia de los hepáticos.
Pues bien, ese día Balzac devoró un centenar de ostras, doce costillitas de cerdo, un pato Caneton a los nabos, un par de perdices asadas, un lenguado a la Normandía y varios entremeces y peras, café y licores. Al final de la comida Balzac le preguntó a Werdet si tenía algo de dinero. Este sacó de su bolsillo una moneda de cinco francos que Balzac dejó como propina. Luego pidió la cuenta, que ascendía a 62,50 francos.
Balzac tomó la factura, escribió algo en la parte inferior y dijo a Werdet que salieran. Fuera del restaurante, el editor le preguntó,"¿Qué has escrito?". Balzac respondió. "Eso, querido, mañana lo sabrás".
Al otro día, un empleado de Véry se presentó con la factura en la oficina del editor. La nota de Balzac decía,"El señor Werdet sería feliz si se le cobra la cuenta al día siguiente en su oficina".
Balzac tenía un apetito pantagruélico cuando se liberaba de la escritura de sus obras literarias. Pero cuando escribía, en los momentos de intensa creación, se encerraba en su casa y sólo consumía café, huevos y frutas, especialmente peras, que eran su debilidad.
Su vida era su escritura
Nada estaba por delante de su obra, ni siquiera las mujeres, aunque por lo que se sabe tuvo muchas amantes. En este tema Balzac era inflexible, era partidario de la castidad del escritor mientras estuviera sumergido en una obra.
Famoso es que llegó a recriminar a Dumas hijo su afición por el sexo femenino. Aquel joven perdía demasiadas energías en cuestiones de cama. Y es que Balzac defendía la teoría de que en una noche de amor con una mujer, se perdía al menos medio volúmen de un libro, algo inadmisible.
Su pantagruélico apetito
Una vez el novelista invitó a comer a su editor Werdet al Véry. Werdet era muy sobrio en el comer y en el beber. Casi no comía por estar condenado a seguir una severa dieta, propia de los hepáticos.
Pues bien, ese día Balzac devoró un centenar de ostras, doce costillitas de cerdo, un pato Caneton a los nabos, un par de perdices asadas, un lenguado a la Normandía y varios entremeces y peras, café y licores. Al final de la comida Balzac le preguntó a Werdet si tenía algo de dinero. Este sacó de su bolsillo una moneda de cinco francos que Balzac dejó como propina. Luego pidió la cuenta, que ascendía a 62,50 francos.
Balzac tomó la factura, escribió algo en la parte inferior y dijo a Werdet que salieran. Fuera del restaurante, el editor le preguntó,"¿Qué has escrito?". Balzac respondió. "Eso, querido, mañana lo sabrás".
Al otro día, un empleado de Véry se presentó con la factura en la oficina del editor. La nota de Balzac decía,"El señor Werdet sería feliz si se le cobra la cuenta al día siguiente en su oficina".
Balzac tenía un apetito pantagruélico cuando se liberaba de la escritura de sus obras literarias. Pero cuando escribía, en los momentos de intensa creación, se encerraba en su casa y sólo consumía café, huevos y frutas, especialmente peras, que eran su debilidad.
Su vida era su escritura
Nada estaba por delante de su obra, ni siquiera las mujeres, aunque por lo que se sabe tuvo muchas amantes. En este tema Balzac era inflexible, era partidario de la castidad del escritor mientras estuviera sumergido en una obra.
Famoso es que llegó a recriminar a Dumas hijo su afición por el sexo femenino. Aquel joven perdía demasiadas energías en cuestiones de cama. Y es que Balzac defendía la teoría de que en una noche de amor con una mujer, se perdía al menos medio volúmen de un libro, algo inadmisible.
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