ANTONIO MACHADO Y PILAR DE VALDERRAMA, AMOR SECRETO

Su primer amor

En 1907, Antonio va a Soria como catedrático de Francés. Allí conoce a Leonor, una niña de 14 años. Dos años después se casan. En París, ella sufre una hemorragia que ,según el poeta, "fulminó nuestra felicidad". Muere de tuberculosis en 1912, el mismo año en que se publica "Campos de Castilla". 
El poeta expresa su dolor con versos conmovedores:  
"Señor ya me arrancaste lo que más temía 
 Señor ya estamos solos mi corazón y el mar"
Esta tragedia acentúa su tendencia a la soledad y la melancolía. 

"Si, soy Guiomar"

En 1929, Machado publica "Canciones a Guiomar". ¿Se trata de una mujer de carne y hueso o de un puro pretexto literario?
La revelación llega con el libro póstumo de Pilar de Valderrama: "Sí, soy Guiomar. Memorias de mi vida". Finalmente, en 1994, Giancarlo Depretis publica íntegramente las "Cartas a Pilar". 
Pilar de Valderrama nace en Madrid en 1892 (16 años después que Antonio Machado); no es feliz en su matrimonio con Rafael Martínez Romarate, que trabaja en el teatro como luminotécnico; publica varios libros de poemas y de teatro. 
Toda la familia es católica, de derechas: huyen a Portugal en 1936. Mientras tanto, Antonio Machado ha reforzado su adscripción al bando republicano, a diferencia de su hermano Manuel. 
Pilar muere en 1979, dos años antes de la publicación de sus memorias. Cansinos Asséns la describe con escasa simpatía: "Una mujer morena, de tipo semítico, con grandes ojos pasionales y toda ella con un exceso de ardor que se desfoga en el arte". 
Más cariñoso se muestra Jorge Guillén: "Esta criatura, muy sensible, gozará y sufrirá intensamente durante su larga existencia". 
Antonio le escribe cerca de 200 cartas, de las que se conservan sólo unas 40. Ella por pudor, se supone, destruyó las restantes: una pérdida lamentable. Y las publica con mutilaciones; llega a tratarlas com productos químicos para borrar algunos párrafos que el tiempo, paradójicamente, hará reaparecer.
Se conocen en Segovia, el 2 de junio de 1928. Ella acaba de sufrir un gran dolor al confesarle su marido que una joven con la que él mantenía relaciones, se ha suicidado. 
Le lleva a Antonio un libro de poemas; cenan, juntos y pasean de noche, hasta el Alcázar. Ahí comienza su relación epistolar. 
Ella tiene 36 años; él, más de 50. Uniendo los poemas dedicados a Guiomar con las cartas de Antonio, se puede seguir la historia del amor que los unió. 

La Historia, el Romance

Al morir Leonor, Antonio se siente prematuramente envejecido: 
"Cuando murió su amada, 
 pensó en hacerse viejo...". 
El tiempo va apaciguando los dolores pero él no cree que pueda volver a enamorarse. La aparición de la joven poetisa rompe su idea; para expresar su asombro, recurre al verso inicial de la "Divina Comedia": "...la flecha de un amor intempestivo...", es decir, "lo que llega fuera de tiempo o de sazón". Pero que ha llegado...Está viviendo lo que él mismo escribió: "...olmo viejo, hendido por el rayo / y en su mitad podrido" al que, en primavera, "algunas hojas verdes le han salido". Se siente sorprendido pero feliz: "Porque, en amor, locura es lo sensato". 
Ella vive en Madrid, con su marido; Antonio, en Segovia: se escriben cartas de amor. El fin de semana, él va a la capital.  
Ese verano pasean por los jardines de la Moncloa (cerca de la actual residencia del Presidente del Gobierno): lo bautizan como «El jardín de la Fuente» y "el banco de los enamorados", donde se sientan. 
En el otoño, se refugian del frío en un café de Cuatro Caminos, el Franco-Español: "nuestro rincón". 
Para consolarse de la separación, como dos chiquillos, se inventan un recurso: todas las noches, entre 11 y 12, se encuentran, con la imaginación, en su "tercer mundo" (ése será el título de una obra de teatro de ella). 
Lo mismo que cualquier joven enamorado, Antonio le escribe cartas que terminan con una ristra de piropos: "¡Adiós, preciosa, encanto, milagro, maravilla, reina, diosa de mis entrañas, adiós!".
 Alguna noche, en Madrid, Antonio va al teatro solamente para verla de lejos. Y sufre de celos, como cualquier mortal: "Mi corazón tiene cada día más amor. Y, aunque sea absurdo, más celos". 
Antonio sueña con los mil detalles de la vida cotidiana en pareja. Por ejemplo, acompañarla, cuando ella está acatarrada: "Quieta, arropadita en tu cama, porque allí está -a tu cabecera- tu poeta, dándote el calor de su corazón...Te aconsejo mucho abrigo y, para sudar un poco, tomar un ponche con una copita de coñac. Es mano de santo". 
No es éste el Machado trascendental, filosófico, sino un hombre maduro que se ha enamorado de una mujer joven y que sueña con ella. Hasta el recuerdo de su mujer se ha ido borrando: "El secreto es, sencillamente, que yo no he tenido más amor que éste. Ya hace tiempo que lo he visto claro. Mis otros amores sólo han sido sueños, a través de los cuales vislumbraba yo la mujer real, la diosa. Cuando ésta llegó, todo lo demás se ha borrado. Solamente el recuerdo de mi mujer queda en mí, porque la muerte y la piedad lo han consagrado". ¿Hasta dónde llega este amor? Parece claro que es ella, por sus criterios religiosos, la que impide su consumación. Suele él quejarse de unas barreras que no entiende... pero acepta. Todo parece quedar en un "amor cortés", como el de los trovadores. Aunque algunos detalles apuntan a algo más. Una vez, ella va a Hendaya, para reponerse. Hasta allí acude Antonio. Contemplan el río Bidasoa y, al fondo, Fuenterrabía; pasean por la playa y el cuerpo parece reclamar sus derechos: 
"¡Y, en la tersa arena,
 cerca de la mar, 
 tu carne rosa y morena 
 súbitamente, Guiomar!"
El amor insatisfecho se sigue refugiando en los sueños. Una vez, sueña que los casa en Segovia, en el monasterio del Parral, al son de La Marsellesa, un fraile que resulta ser don Miguel de Unamuno.
"Soñé sencillamente que me casaba contigo. Mi estado de espíritu era, en esta ocasión, de una alegría rebosante, todo lo contrario de lo que fue, en mis nupcias auténticas. La ceremonia fue entonces, para mí, un verdadero martirio. Y, ahora, salía yo contigo, del brazo, lleno de alegría y de orgullo. Se diría que, en el sueño, tomaba yo el desquite de nuestro secreto amor, pregonándolo a los cuatro vientos... El resto del sueño, no te lo puedo contar. Es demasiado feliz, aún para contarlo". 
Luego, la guerra los separa. Ella, con su familia, se va a Portugal después de haber destruído muchas de sus cartas; él, a la Valencia republicana: "De mar a mar, entre los dos, la guerra, más honda que la mar...". 
Cuando Antonio Machado muere, su hermano José encuentra en su chaqueta, un papel arrugado. En él ha escrito una variante de una de sus Canciones a Guiomar: 
"Y te daré mi canción: Se canta lo que pierde", 
con un papagayo verde
que la diga en tu balcón:  
se canta lo que se pierde». 
Es difícil imaginar mejor definición de la poesía: "Se canta lo que se pierde".

Fuente: ABC, Gente y Estilo
 

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