CAMILA Y LADISLAO
Buenos Aires, 1847-1848
Gobierno de Juan Manuel de Rosas
El era un sacerdote; ella, una niña de sociedad.
La iglesia del Socorro fue el escenario del despertar de este amor desgraciado.
Camila O'Gorman, de unos 20 años, "era muy hermosa de cara y de cuerpo, muy blanca, graciosa y hábil, pues tocaba el piano y cantaba embelesando a los que oían".
El padre Ladislao era un joven "de pelo negro y ensortijado, cutis moreno y mirada viva, modales delicados y simpático". Ordenado a los 24 años, fue designado párroco de la iglesia del Socorro.
Pronto reparó en Camila. Ella iba con frecuencia a misa. Poco a poco se hicieron amigos. El, durante sus sermones, sólo se dirigía a ella. Camila no podía imaginarse la vida sin él.
Decidieron fugarse para cristalizar su amor. Huyeron de Buenos Aires, cambiaron su identidad. Llegaron hasta la provincia de Corrientes, aunque su destino final sería Río de Janeiro.
Pasados diez días de la desaparición de los amantes, el padre de Camila denunció el hecho al Gobernador como "el acto más atroz nunca oído en el país". El obispo Medrano pedía "que en cualquier punto que los encuentren a estos miserables, desgraciados infelices, sean aprehendidos por tan enorme y escandaloso procedimiento".
Los enamorados vivieron cuatro meses de felicidad en un perdido pueblito correntino, hasta que Ladislao fue reconocido por un sacerdote que lo denunció. Fueron encarcelados e incomunicados.
El Gobernador, Juan Manuel de Rosas, ordenó que fueran trasladados a Santos Lugares, la prisión más temida del régimen rosista.
Las declaraciones de Camila no hacían sino corroborar su posición subversiva: no estaban arrepentidos, sino "satisfechos" y no consideraban criminal su conducta "por estar su conciencia tranquila".
Rosas ordenó la ejecución de los reos sin apelación ni defensa. Sólo les otorgó unos instantes para confesarse. Fue entonces cuando la máxima autoridad de la prisión, mandó un despacho urgente, avisando el estado de preñez de la joven.
Nada de esto importó al Gobernador.
Ladislao le hizo llegar un mensaje a Camila: "Acabo se saber que mueres conmigo. Ya que no hemos podido vivir unidos en la tierra, nos uniremos en el cielo ante Dios. Te abraza, tu Ladislao".
Les vendaron los ojos y escoltados por la banda de música del batallón, los llevaron al patio rodeado de muros.
Uno junto al otro, pudieron despedirse. Ladislao gritó: "Asesínenme a mí sin juicio, pero no a ella, y en estado, ¡miserables!"
Sus palabras fueron acalladas por el redoblar de tambores y la señal de fuego. Cuatro balas terminaron con su vida.
Después se oyeron tres descargas y Camila, cayó al suelo con violencia.
Esta historia de amor de inocentes víctimas, se convirtió en el suceso más imperdonable del gobierno de Rosas, el Dictador.
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