ROSA DE LA PASION, de Gustavo Adolfo Bécquer
En una de las muchas callejas de Toledo vivía, míseramente, Daniel Leví. Aunque se decía que poseía una inmensa fortuna, su casa era paupérrima y, el día entero, lo pasaba trabajando en el portal de su casa arreglando objetos de metal, guarniciones, cinturones rotos, cadenillas. Siempre estaba sonriendo y su trato con los demás era servil y humilde, descubriéndose cuando, cerca de él, pasaba algún caballero importante o algún clérigo de la cercana catedral. La gente desconfiaba de su eterna sonrisa; trabajaba y trabajaba sobre su pequeño yunque, con esa sonrisa enigmática que ya formaba parte de su rostro, más como una mueca, que como un gesto de simpatía. Sobre la puerta de la casa en la que trabajaba el judío, se abría un ajimez árabe en cuyo interior se veían azulejos de colores y, alrededor de las caladas franjas del ajimez, se enredaba una planta trepadora llena de fuerza siendo una de las pocas muestras de vida que tenía aquel lugar. Allí se enc...